Para digerir los resabios que han dejado los recientes comicios municipales y recobrar el equilibrio emocional, nuestra población necesita recordar la añeja sabiduría contenida en los refranes, como aquél que amonesta: “Entre gitanos no se leen la mano”; complementado por aquél otro: “Entre sastres no se pagan las hechuras”, habida cuenta de la naturaleza y formas de actuar de los partidos políticos. En amplios sectores de la ciudadanía existe la convicción de que los asesores políticos del Revolucionario Institucional corrieron un riesgo calculado al tratar de captar la benevolencia popular en audiencias numerosas, presentando a sus candidatos como personas devotas y participantes en las tradiciones religiosas populares. “Tu lo quisiste fraile Mostén, tú te lo ten”. Ahora sus alegatos sobre la sana intencionalidad de su conducta y la mala fe de sus impugnadores, más que una auto-exculpación parecen destinados a formar parte de una próxima propaganda electoral. Pero, flaco favor hacen a la credibilidad su deslinde, mediante perifoneos, de anónimos escritos, cuando también, por el mismo medio, se convoque, anónimamente, a una marcha en defensa del voto para luego encabezar el mitin correspondiente. Por su parte, constituye un atentado a nuestra inteligencia, que Acción Nacional pretenda asumirse ahora como el campeón del laicismo en la política, cuando todos sus candidatos, empezando por Vicente Fox, iniciaron sus campañas manoseando los símbolos religiosos. Asimismo, en cada convención, acto partidista o de gobierno, no faltan las manifestaciones externas de culto como la última persignada de Manuel Espino o las “bendiciones” que nos recetan, tiro por viaje, Germán Martínez, actual dirigente nacional, Carlos Abascal o Emilio González, gobernador de Jalisco, por mencionar a unos cuantos. De igual modo, no en pueden ostentarse como defensores de la pureza virginal de los comicios, invocando una falta de equidad de sus contrincantes por emplear indebidamente recursos espirituales que, según ellos, inclinaron en favor del Institucional, la voluntad ciudadana; cuando por su parte, volcaron en su campaña una masa de recursos materiales que difícilmente se ajustaría a los topes fijados por la ley. Mucho menos están en condiciones de vanagloriarse de ser los guardianes de la legitimidad, si recordamos como se dio la sustitución de su candidato a la presidencia municipal, violentando su propia reglamentación interna. Tampoco pueden exhibir como aval de su conducta la resolución emitida por el Tribunal Electoral del Estado, pues son bien conocidas las presiones a que son sometidos esos organismos por miembros del Poder Legislativo Federal y por gestores de la casa presidencial. La interpretación de la ley puede ser tan elástica que funcione en determinado sentido o en el opuesto. En la última elección presidencial el Tribunal Federal Electoral reconoció como indebidas la intervención del presidente Fox en la contienda, así como la guerra sucia del sector empresarial en contra de López Obrador; sin embargo, concluyó que era difícil precisar qué tanta influencia tuvieron en el resultado final de la elección, a la que se calificó como legal. En el mismo sentido fue la reciente sentencia emitida por una dizque Suprema Corte de Justicia en la que exculpó al “Gober precioso”, por considerar “menores”, las violaciones a las garantías individuales de la periodista Lydia Cacho. Un criterio similar pudo adoptar el Tribunal Electoral de Michoacán, en el caso de la elección municipal de Yurécuaro. Habrá que tener presente que “Allá van leyes, donde quieren reyes” y que “En este mundo traidor, nada es verdad ni mentira; todo es según el color del cristal con que se mira”. ROGER MAJO