LOS SEPULCROS BLANQUEADOS
Los derechos humanos se consideran requisitos indispensables para que las personas tengan una vida digna. La igualdad jurídica, las libertades individuales, la propiedad privada, el debido proceso legal y los derechos cívicos se justifican y legitiman en consideraciones de tipo ético o moral que emanan de la visión del Mundo Occidental sobre el hombre, la sociedad y el papel que debe desempeñar el Estado. La pretendida defensa de estos derechos es utilizada por los Estados Unidos como instrumento de dominación al promover, un boicot internacional selectivo, contra países que él mismo califica como sus violadores. En éste, como en otros aspectos, el gobierno de Washington practica una doble moral, o como dicen ellos, con expresión más neutra, aplican un doble estándar: quienes son sus aliados o socios comerciales pueden incurrir en los peores excesos sin que se les recrimine seriamente. En cambio, conductas similares de quienes se oponen a sus designios, merecen una descalificación inmediata, utilizando el lenguaje como un arma ideológica que justificará cualquier acción armada posterior. Así sucede con Cuba a la que se fustiga por no permitir la alternancia en el gobierno, el libre juego de los partidos políticos, por encarcelar a los disidentes y no permitir la libertad de prensa. Sin embargo, todo ello existe en la mayoría de los países árabes, pero como éstos le proporcionan petróleo a raudales, no dice “esta boca es mía”. Cuando los guerrilleros talibanes, pertrechados por los estadounidenses, luchaban en Afganistán contra las tropas rusas obstinadas en sostener a un gobierno prosoviético, eran considerados “luchadores por la libertad”. Ahora que éstos combaten al ejército multinacional de ocupación que ellos encabezan, se han transformado en unos terroristas fanáticos. Cuando Luis Posada Carriles, un agente de la CIA dinamitó una aeronave de Cubana de Aviación en Barbados, causando la muerte de la tripulación y los pasajeros, los sectores conservadores norteamericanos calificaron al hecho como “una acción de resistencia a la dictadura castrista”. En cambio, como “represalia” por “apoyar” a organizaciones terroristas, los Estados Unidos bombardean a Libia (1986) y se le aísla internacionalmente (1992) por “cobijar a terroristas” que habían colocado bombas en aviones de Estados Unidos y Francia. Cuando en la guerra de Vietnam, los soldados estadounidenses caían prisioneros del ejército de Hanoi, se denunciaba ante el mundo los tratos inhumanos a que eran sometidos estos “defensores de la democracia”, que arrasaban con fósforo blanco y defoliantes, un país que no los había agredido y se encontraba a más de 12,000 kilómetros de distancia. En nuestros días, Estados Unidos retiene a 500 prisioneros en la Base de Guantánamo, mismos que califica, sin probarlo, como terroristas islámicos a los que priva de los derechos más elementales, contraviniendo la Convención de Ginebra, al no reconocerles el estatus de combatientes o de prisioneros políticos; no los somete a juicio, y por si fuera poco, diariamente les inflinge tortura psicológica (debidamente documentada), al privarlos de luz y del sueño, inyectándoles drogas y obligándolos a renegar de su religión, para destruir su personalidad. Si el fin justifica los medios y más allá de los principios, debe prevalecer “la razón de Estado” y el ansia de dominio, entonces quítense la máscara de la hipocresía y no se hable más de moralidad y de derechos humanos.ROGER MAJO, septiembre del 2007.
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